viernes, 28 de noviembre de 2008

MEMPEC MOVEMENT

Este post se lo dedico a una información curiosa que me ha llegado a través del Tuenti. Antes de nada, ¿quién no se a encontrado alguna vez en el transporte público con el típico petardo que lleva la música del móvil a tope? Todo el mundo ha tenido esa maravillosa experiencia, tener que soportar una música por imposición cuando uno, a lo mejor, lo que quiere es descansar un poco de un día de trabajo o leer o escuchar su propia música con los cascos.

Pues bien, que tiemblen los "comosellamen" que llevan la música a tope en el móvil porque se está gestando una asociación en la red (el medio que todo lo puede) en contra de este tipo de (ab)usos. Esta asociación se ha asignado el nombre de MEMPEC, que viene a significar "Métete El Móvil Por El Culo". El movimiento no tiene ni un año de vida, pero ya se han hecho eco de él los medios de comunicación.

En mi opinión, está genial que la gente por fin exprese su rechazo a ese tipo de comportamientos egoístas, pero creo que MEMPEC va demasiado lejos. Y es que están promoviendo movilizaciones a favor de la prohibición total del uso de los altavoces de los móviles en el transporte público. Creo que no es necesario renunciar a una tecnología por una algo tan nimio además de que eso es caer en la misma actitud que la del que impone su música a los demás. Desde mi punto de vista, nada es blanco o negro por lo que crear prohibiciones provoca que, al final, paguen justos por pecadores. Es decir, puede haber situaciones en las que escuchar la música del móvil por el altavoz pueda tolerarse, por lo que ser tan drásticos no creo que sea la solución.

jueves, 27 de noviembre de 2008

YO SOY "CIENTÍFIDO"

Siempre han existido y siempre existirán las modas, es un hecho. Si no es una forma de vestir, es una forma de ser y si no un determinado tipo de ocio. Me he dado cuenta de que la última de todas es la moda de la cientifidad.

Desde hace ya algún tiempo, parece extenderse por todo el mundo el ansia de ser científicos. Da la impresión que si algo no lleva pegado el calificativo científico es que no vale la pena. Y es que lo que está ocurriendo es que se está aceptando como ciencia cualquier cosa. Por ejemplo, que yo soy muy bueno haciendo figuritas con papel, entonces es que soy un crack en la ciencia de la papiroflexia; que lo que hago es arreglar muebles que estaban desvencijados y los dejo como nuevos, entonces es que tengo altos conocimientos de la ciencia de la restauración; que tengo un vocabulario exquisito y transmito mis mensajes perfectamente, soy científico de la comunicación etc. etc.

Podría seguir así años y años, pero creo que la esencia se ha captado. Algunos se preguntarán: "¿y cuál es el problema de que se considere ciencia eso o lo otro?". El problema es doble. Por un lado, este tipo de modas devalúan al verdadero término, en este caso a la ciencia, porque incluye en ella cosas que no tienen nada que ver. Por el otro, se devalúan el resto de cosas porque se da a entender que lo que no es ciencia no merece la pena.

Por lo tanto, creo que antes de calificar las cosas deberíamos tomar aire y reflexionar un poquito sobre qué calificativo vamos a darles.

lunes, 17 de noviembre de 2008

VAYA ROLLO DE VIDA

Bueno, siento no haber actualizado el blog en 2 semanas. Lo peor de todo es que se nota mucho el intentar volver a escribir por aquí, cuando lo has dejado por un tiempo. Fíjate si se nota, que la fuente de inspiración de este post de retoma de contacto con la blogosfera ha sido un rollo de papel higiénico que tengo ahora mismo al lado del teclado (es que tengo alergia al polen y los klinex se gastan muy rápido, pero bueno, eso es otra historia).

El caso es que estaba yo pensando (imaginaos mi voz con reverberación y más profunda de lo habitual [aunque nunca la hayáis oído]): "... y de qué puedo escribir yo?". Entonces, mis ordinarios ojos marrones posaron su mirada sobre aquel insignificante rollo de papel higiénico y su blancura iluminó mi mente. En un momento, mis pocas neuronas empezaron a realizar conexiones y rápidamente se clarificó en mi cabeza un evidente paralelismo entre los rollos de papel higiénico y nuestra vida.

La lógica es aplastante e innegable, fijaos: Nacer nos cuesta un mundo, se está muy bien dentro de la tripita de mamá, calentito y sin preocupaciones y, ni que decir tiene, lo que cuesta hacer salir nuestro enorme cabezón por un agujerito tan pequeño. Igualmente, ¿a quién no se le ha resistido un rollo de papel por estrenar? Primero hay que encontrar el principio del rollo y, cuando lo haces, hay que rezar para no destrozarlo al intentar despegarlo del resto para poder usarlo.

Una vez empezado el rollo, somos generosos en las porciones que tomamos de él, porque vemos que todavía queda mucho para que se consuma, al igual que cuando somos pequeños derrochamos energía por los cuatro costados y hacemos cosas que de mayores nos preguntamos cómo podíamos. Pero a medida que nos acercamos al final, medimos más nuestros actos (y también cuánto papel cogemos), porque no queremos que se acabe (menuda faena si se nos acaba).

Por último, resulta muy difícil hacerse con el trozo de papel final, ya que suele estar bien pegado al tubo de cartón para que no se desprenda todo el rollo. Para mí, ese de papel pegado al tubo, representa nuestro último esfuerzo para aferrarnos fuertemente a la vida, porque sabemos, más que nunca, que todo se acaba.

Y por eso, chicos y chicas, concluyo en que esta vida es un rollo.